29 de marzo de 2012

La teoría de la relatividad desde mi propia perspectiva

Luego de mucho tiempo sin escribir en mi blog, aparezco nuevamente y espero hacerlo con más frecuencia. Esta vez es para hacerles llegar una anécdota que he pensado en contar desde hace cierto tiempo y que tiene que ver con la relatividad de las cosas.

Como bien saben las personas que me conocen, soy un gran fanático del deporte en general. En el beisbol sigo a los Leones del Caracas en Venezuela y a los Medias Rojas de Boston, en el baloncesto sigo a los Cocodrilos y a los Celtics de Boston, en el fútbol me encanta el Real Madrid.

En el año 2004, los Medias Rojas de Boston finalmente lograron ganar una Serie Mundial luego de 86 años de sequía. El cuarto juego de la serie mundial se realizó el día miércoles 27 de octubre, Boston venía de haber ganado los primeros 3 juegos y se encontraba a un sólo juego de conocer nuevamente las mieles del triunfo. Parecía que los Medias Rojas habían conseguido lograr la inspiración, luego de estar al borde de la eliminación en la serie de campeonato de la Liga Americana contra sus archirrivales, los Yankees de Nueva York. Abajo 3 juegos parecía que sólo había que esperar lo inevitable, una victoria más de los Yankees y la maldición del bambino hubiese continuado por al menos un año más, pero ocurrió lo que nunca había ocurrido en la historia del beisbol y finalmente un equipo lograba reponerse a una desventaja de tres juegos ganando cuatro juegos en fila. Ciertamente pensé que luego de eso los Cardenales de San Luis no tendrían ningún tipo de oportunidad y ahí estábamos, a un sólo juego de completar la barrida.

Ese miércoles en la noche decidí quedarme en la casa viendo tranquilamente el juego y por supuesto ligarle a los Medias Rojas con todas las fuerzas de mi alma. Parecía que las cosas estaban funcionando cuando en el propio primer inning, Johnny Damon abría el juego con un jonrón contra Jason Marquis. Dos carreras más en el tercero gracias a un doble de Trot Nixon y los Medias Rojas sacaban una ventaja de 3 a 0. Derek Lowe el pitcher abridor de los Medias Rojas lanzó hasta el séptimo sin permitir carreras, Bronson Arroyo y Alan Embree sacaron el octavo y Boston se colocaba a tres juegos del tan anhelado campeonato.

Keith Foulke, el cerrador de los Medias Rojas venía a lanzar en el noveno y el primer bateador, Albert Pujols, conectaba un sencillo. De repente los fantasmas de la derrota hacían de nuevo su aparición por mi mente y por la de todos los demás fanáticos de los Medias Rojas. Acostumbrados a la tragedia como en el sexto juego de la Serie Mundial del 86, empezó a crecer el nerviosismo y los tres outs que faltaban se asemejaban a un camino más largo y difícil que el de Ulises para regresar a su natal Itaca. Pero rápidamente empezaron a disiparse las dudas cuando Scott Rolen batea de fly para el jardín derecho y cae el primer out. De seguidas Foulke lanza tres strikes seguidos y poncha a Jim Edmonds para el segundo out. Luego de una jugada sin mayor importancia en el marcador, Pujols llega a segunda base por indiferencia defensiva. Edgar Rentería, el campocorto colombiano, héroe en la Serie Mundial del 97 en la que resultaron victoriosos los Marlins de Florida, era el bateador de turno. Con sólo una bola en la cuenta, Rentería batea un rolling directo al lanzador Foulke, quien atrapa la pelota y luego de unos pasos, pasa la pelota de bombita a Doug Mientkiewicz para el último out del juego. Finalmente los Medias Rojas de Boston se coronaban como campeones, la alegría se había apoderado de mí, daba saltos de emoción incontenibles, aplaudía a rabiar y poco faltaba para que soltara una lágrima. Mensajes de texto a mi hermano Carlos y a mis amigos fanáticos de los Medias Rojas. Ese día rebozaba de felicidad y ver la celebración fue un hecho emotivo que siempre recordaré con inmensa felicidad.

Justamente en ese momento en que los Medias Rojas celebraban el campeonato, en la Avenida Louis Braille de las Acacias, se trasladaba Fidel, un funcionario del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas que se encontraba suspendido en el ejercicio de sus labores, cuando fue interceptado por compañeros que trabajaban en la misma división que él y fue víctima de un ataque con armas de fuego que le ocasionaron la muerte.

Los funcionarios del CICPC dijeron que otra persona acompañaba a Fidel en el carro y que esta realizó disparos en contra de la comisión, por la que respondieron el ataque, resultando muerto Fidel. El atacante misterioso nunca fue descubierto y todo parece señalar que se trata de un personaje de ficción creado por los funcionarios responsables de la muerte de Fidel para justificar su muerte. En Venezuela, país del amiguismo, resulta extraño que un funcionario policial se enfrente a sus propios compañeros. Más lógico sería pensar que había algún tipo de rencilla entre compañeros o que la víctima tenía información comprometedora en contra de estos.

El Ministerio Público inició la investigación y luego de practicadas las experticias y tomados los testimonios de los testigos, consideró que había suficientes elementos para considerar que el presente caso se trata de un homicidio. Actualmente se está a la espera de la realización del juicio oral y público.

Durante todo este tiempo, el padre de la víctima, el señor Edgar, ha estado luchando incansablemente para que se haga justicia por la muerte de su hijo. Ha acudido en innumerable cantidad de oportunidades al Ministerio Público para hablar con los fiscales del caso para pedirles celeridad y exigir que se identifiquen y se juzguen a los responsables. Ahora, la lucha se traslada al terreno de los tribunales, en donde permanece fiel a su objetivo, sin importar los problemas de salud que padece, principalmente la diabetes. Cada vez que nos encontramos con el Sr. Edgar, este nos repite una y otra vez, los detalles que rodean la muerte de Fidel, los zurcos en las muñecas, el lugar en el que terminó el carro, la planimetría, la trayectoria y la comparación balística, pero el recuerdo que siempre viene a mi mente es cuando se refiere al momento en que se encontraba en su casa esperando a que Fidel llegara, viendo el último juego de la Serie Mundial de 2004, el último out y la celebración; todo esto mientras escuchaba ruidos de lo que creía eran fuegos artificiales lanzados quizás por un fanático furibundo como yo, pero que en verdad se trataban de disparos de pistolas que le estaban quitando la vida a su hijo.

Esta anécdota que les acaba de contar quedara grabada por siempre en mi memoria y demuestra la relatividad de las cosas desde una perspectiva distinta a la de Einstein. Aún hoy siento una gran felicidad al ver las imágenes de aquel momento en que los Medias Rojas de Boston se coronaban como campeones en el año 2004 pero siempre recordaré a Fidel y al señor Edgar con profundo respeto y admiración también.